Acabamos de ver como el portero del Athletic de Bilbao recibía un botellazo en la cara por parte de un desalmado "aficionado" del R.C.Betis, durante el encuentro de liga disputado en el Luiz de Lopera.
De nuevo lo grave no es en sí el hecho, que también, sino que se dude de la honestidad del agredido, que se usen todos los recursos para no recibir la sanción y no tener pérdidas económicas derivadas de la no taquilla ante el Barcelona.
Hablamos de violencia en el deporte, como hablamos de violencia de género, como hablamos de violencia racista. Al final simple y desgraciadamente hablamos de violencia, sin apellidos ni lazos decorativos.
Por eso el uso de etiquetas cuando hablamos de actos violentos nos espesa la visión a la hora de analizar el verdadero problema que, en mi opinión, es la sensación de poder o de superioridad que "autorizan" a algunas mentes a emplear dicha violencia en lugar de otros métodos legales, más inteligentes pero que para algunos son más incómodos y, mcuhas veces fuera de su alcance por su falta de inteligencia.
El "macho" ataca a la mujer porque se cree superior física te también socialmente (asi se le ha educado durante mucho tiempo).
El "racista" ataca a negros, judíos, etc. porque se cree superior racilmente y porque durante mucho tiempo también el uso de la violencia ha funcionado en algunos regímenes.
El aficionado de un equipo ataca al sguidor del equipo rival porque lleva unas copas de más que le hacen creerse superior a este, a lo que debemos sumar la superioridad física que insufla el pertenecer al grupo.
La inquisición ejercía el castigo físico y el asesinato resguardados en el poder moral y el miedo que transmitía al "hereje".
En resumen, más que poner etiquetas a la violencia debemos actuar ya para educar a nuestros hijos en unos valores que les permitan defender sus ideas hasta el fina sin ejercer la violencia pero sabiendo dialogar y discutir "solo verbalmente" con el oponente. Si no lo hacemos, volveremos a la edad media intelectual.
